¡Cómo me gustan los periódicos! Todavía recuerdo la primera vez que hojeé un periódico que alguien había dejado en la casa de mi abuelo, estaba lleno de cosas. Pero finalmente aprendí a leer críticamente. Creo que ahora, más que nunca, es necesario debatir la conexión entre información y democracia. Incluso en un mundo digital, los periódicos son guías indispensables para la política y las noticias de uno u otro movimiento cultural de la sociedad. Los medios de comunicación son un púlpito que se puede utilizar para bien o para mal. El problema actual es que tanto el comercialismo en aumento como el sesgo político han erosionado el profesionalismo periodístico. Es el estado de los medios de comunicación 2020 trágico pero realista.

De hecho, es casi imposible encontrar un debate libre en los principales medios de comunicación. Seguramente, los editorialistas no necesitan reprimir o disfrazar sus perspectivas, pero a los reporteros no se les pide que den opiniones sobre las cosas. ¿Pero qué vemos? Sus jefes los alientan a hacer precisamente eso. Cuando hacen mal su trabajo, creo que este es el caso, el daño se extiende más allá de lo que pueden ver. Porque llegan a un gran número de personas y porque su tema fundamental es la valoración y valoración del bien y del mal social. Para evaluar la cultura política, se equivocan en los hechos y aportan historias que suelen herir la verdad. Así es como los grandes medios tergiversan la verdad. ¿Pero a quién le importa? Después de todo, estamos viviendo en una era posterior a la verdad.

Los principales medios de comunicación son engañosos; debe dar expresión a los puntos de vista con los que difiere. Pocas personas analizan el periódico de cabo a rabo, pero los editorialistas ponen su perspectiva en los titulares, las pistas y los datos. Entonces, ¿qué conceptos e ideas están “de moda”? Es raro encontrar en los medios de comunicación la perspectiva más panorámica que podríamos ver si nos sumergimos en los artículos publicados hace décadas, en parte porque hoy restringen “ambos lados” al estrecho consenso de los comisarios de izquierda. No notaron el dolor de la gente en su ansioso interés en otra cosa. Ciertamente ha habido columnas editoriales y espacios de transmisión más responsables en periódicos, radios y televisión hace años.

Sobre todo, las opiniones “disidentes” se filtran o, en el mejor de los casos, se tratan como tonterías (perdón por mi francés). La comunicación abierta y el debate franco, basado en fuentes abiertas de noticias, se están convirtiendo cada vez más en una amenaza para las grandes corporaciones y los partidos políticos. La tendencia se está confirmando, de una manera algo vergonzosa, cuando se piensa en los ataques diarios que hacen los principales medios a la política conservadora en países como Estados Unidos, Brasil o Argentina. Hay muchas noticias que salen de nuestros principales medios de comunicación en estos días y muchas de ellas tienen notoriamente la tendencia a negarse a reconocer las buenas cualidades de los políticos cristianos conservadores. Los medios nos presentan una visión distorsionada de la realidad.

Aspiramos a una democracia más significativa. Necesitamos segmentos más independientes de la prensa. Eso hace que los conceptos de inteligencia cultural y compromiso moral sean aún más interesantes.